Queridos hijos, vosotros estáis en el mundo, pero no sois del mundo. Recordad siempre que vuestra meta es el Cielo donde Mi Jesús os espera con Sus Ángeles y Sus Santos para experimentar una eterna alegría. Vosotros no podéis imaginar las maravillas que Mi Señor ha preparado para vosotros en la eternidad. Convertíos, pues solamente así podréis experimentar las grandezas del Cielo. Acoged el Evangelio de Mi Jesús y las enseñanzas del verdadero Magisterio de Su Iglesia. Vuestra fidelidad al Señor es el hermoso camino que os conducirá al Cielo. Dad lo mejor de vosotros en la misión que el Señor os ha confiado y seréis felices ya aquí en la Tierra y más tarde Conmigo en el Cielo. Arrepentíos y buscad la Misericordia de Mi Jesús por medio del Sacramento de la Confesión. Es en esta vida, y no en otra, que debéis testimoniar que sois de Jesús. ¡Coraje! La humanidad beberá el cáliz amargo del sufrimiento, pero al final, Mi Inmaculado Corazón triunfará y los justos verán la Mano Poderosa de Dios actuar. ¡Adelante! Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.